domingo, 12 de junio de 2011

Algunos despistes sobre lo poético





Lo bello. El estilo. Sicologismo. La inspiración.

No siempre lo poético ha sido, como aquí se lo ha considerado. No hace mucho se lo establecía aún como sinónimo de lo bello. Y hasta hace muy poco, hubo grandes esfuerzos por detectar lo poético como una característica intrínseca del lenguaje mismo, o al menos de un subconjunto de éste. Y así por ejemplo existen muchos enfoques, que aún permanecen, que abordan lo poético desde el punto de vista del estilo, como algo que pertenece al estilo literario de un autor.

A partir de mediados del siglo XIX, con todas las nuevas escuelas que finalmente desembocaron en las vanguardias literarias de comienzos del siglo XX, se inició una nueva aproximación que tomó en cuenta la experiencia misma de los poetas, que estaban innovando en relación a una práctica de casi dos mil quinientos años de antigüedad.

De que lo poético sea lo bello, o de que se encuentre en el estilo del autor, ya finalmente estamos liberados: en las prácticas de las escuelas vanguardistas y post vanguardistas que escribieron poesía, al margen, y a veces en contra, de esos paradigmas aún no del todo superados: poesía como lo bello, y poesía como algo propio del lenguaje humano, pertenecen al pasado de la nostalgia.

Pero si lo poético proviene de un ente objetivo, que provoca una sensación producida por un conjunto de palabras que atrapan de un modo singular, ideas, sintaxis, ritmo, sonoridades, y espacialización y crean un todo que se autosoporta en esas mismas palabras y como si sólo en ellas, cuando esas palabras son re atrapadas por un lector; entonces, esto puede, pero no debe conducir, a considerar lo poético como algo sicológico cuya investigación estuviera en la sicología.

Por supuesto que la mayor fuente de confusiones se encuentra entre los aficionados y en el público en general: proviene de confundir el proceso de creación de un texto con el resultado de ese proceso, y radicar lo poético en la “inspiración” del autor; derivado de aquello el público en general y muchos aficionados, sino la mayoría, confunden autor con hablante, y así juran y perjuran que el poema y el autor son una y la misma cosa, y que dentro del poema se encuentran las vicisitudes de la inspiración del autor.

Desgraciadamente hay mucho especialista que no se distancia de aquello, y no analizan literariamente las obras, sino se dedican a investigar qué de la vida del autor subsiste en sus obras y tratan de hacer pasar aquello como análisis literario.





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