domingo, 12 de junio de 2011

SUGERENCIAS DE LECTURAS






¿Qué es lo fundamental para entender poesía, y para escribir poesía? El único consejo válido, es leer, leer y leer, poesía.

En adelante: sugerencias.

Aquí se presenta un listado no del todo ordenado e incompleto de lecturas necesarias, pero servirán como primera aproximación:

Es necesario leer desde la Ilíada y la Biblia, pasando por los clásicos españoles: Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y de cuanto texto echar mano, sin menospreciar esos antiguos: Safo, Catulo, y el medieval Francois Villon.





Y ahora que hay buenas traducciones, leer a Walt Whitman, a Fernando Pessoa, a Ezra Pound, a T. S. Eliot, a Constantino Kavafis, a Rainer María Rilke, a Paul Celan, a Paul Valéry. Y ejemplos de poesía árabe, india, china, japonesa y otras.

La lista es interminable: Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Raúl Zurita; Rubén Darío, César Vallejo, Nicolás Guillén, Oliverio Girondo, Octavio Paz, Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco; Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez, Pere Gimferrer y tantos otros que sería interminable mencionarlos a todos.

Sin dejar de lado a Charles Baudelaire, y Arthur Rimbaud. Agregando a Paul Eluard, Jacques Prévert, y Cesare Pavese.





Y, por supuesto, conseguir poesía popular antigua y desde allí continuar hasta la actual.





Y ojo, leer también malos poemas, para lo cual las antologías exhaustivas son un buen lugar desde donde conseguirlos, y así poder comparar con los buenos, (lo que cada cual considere malos y buenos, pero lo importante es razonar los por qué, las razones por las cuales asignan las valoraciones, o no avanzarán.).





Y sin pasar por alto, la poesía que se está escribiendo en el presente mismo: los poetas nacidos en la década del 40 y/o 50 hacia delante: Oscar Hahn, Hernán Lavín Cerda, José Ángel Cuevas, Gonzalo Millán, Juan Cameron, Astrid Fugellie, Diego Maquieira, Tomás Harris, Clemente Riedemann, Andrés Morales, Armando Roa Vial, José María Memet, llegando a los nacidos en el 70-90: Germán Carrasco, Javier Bello, Héctor Hernández Montecinos, Pablo Paredes, Diego Ramírez Gajardo y Paula Ilabaca; y también: Alejandra del Río, Lila Díaz, y Damsi Figueroa, y (Ya notan: ésta es una ayuda, para una charla, dada por un chileno).

Sin olvidar a Jorge Cáceres, Escilda Greve, Hugo Goldsack, Rolando Cárdenas, Efraín Barquero, José Miguel Ibáñez Langlois, David Turkeltaub, Sergio Macías, Federico Schopf, Waldo Rojas, Omar Lara, Floridor Pérez, Jaime Quezada, Manuel Silva Acevedo, Claudio Bertoni, Paz Molina, Cecilia Vicuña, Pablo Cassi, Heddy Navarro Harris, Teresa Calderón, Lila Calderón, y Elicura Chihauilaf.

Y de entre los otros poetas chilenos: agreguen a: Pablo de Rokha, Humberto Díaz Casanueva, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Eduardo Anguita, Violeta Parra, Carlos de Rokha, Mahfud Massis, Miguel Arteche, David Rosenmann Taub, Alberto Rubio, Alfonso Alcalde, Armando Uribe Arce, Stella Díaz Varín, Rosa Cruchaga de Walker, Pedro Lastra, Juan Luis Martínez, Carmen Berenguer, Elvira Hernández y Verónica Zondek. Y bueno sería que leyeran también a Teresa Wilms Montt, a Winétt de Rokha; y a Rosamel del Valle, Juvencio Valle, Roque Esteban Scarpa, Braulio Arenas, y Gustavo Osorio.






Y si se desean títulos, no es posible dejar de lado “Residencia en la tierra”, “Altazor”, “Tala”, “Espadas como labios” “Alturas de Macchu Picchu”, “Piedra de sol”, “Poemas y antipoemas”, “Ciudad”, “Los sea harrier”, “Anteparaíso”, “Los círculos”, “Cántico espiritual”, “Fábula de Polifemo y Galatea”, “Hojas de hierva”, “Una temporada en el infierno”, “Las elegía del Duino”, “Lluvia oblicua”, “Tierra baldía”, “El cementerio marino”, “La nube en pantalones”, “Aullido”, “El cantar de los cantares”, “Coplas a la muerte de su padre” “Requiem”, “Venus en el pudridero”, “El pájaro Dunga”, las “Nanas de la cebolla”, y la “Ilíada” que allá se inició la cosa. (Entre tantos otros que sólo la falta de espacio deja fuera. Y no quiero hacerlo para con otros cinco, y por tanto los menciono: “Epopeya de la comidas y bebidas de Chile”, “Huerfanías, “Lobos y corderas”, “Purgatorio” y “La nueva novela”). Y no estaría nada de mal, que hojearan “La Araucana” de Don Alonso de Ercilla y Zúñiga; y al “Martín Fierro”.

Y es necesario agregar, el “Tao te king”, el “Bhagavad gita”, y “Las mil noches y una noche” en la versión de Blasco Ibáñez, que dicen que es afrancesada y no muy fiel al original: No importa, es la más bella de las disponibles en castellano. Así como la Biblia leerla en la versión más antigua de Nácar y Colunga. (El Tao te king en la versión de Gastón Soublette: . Y el Bhagavad gita es posible que los creyentes de Krishna aun lo repartan por allá por Alameda con República que es donde lo obtuve).





(No sé nada de árabe, ni de chino, ni de sáncrito, ni de alemán, ni de griego, ni de hebreo, es decir, apenas un poco de Castellano: así que si he sugerido alguna traducción, en ningún caso el criterio ha sido su cercanía al original, criterio de lo más absurdo en poesía, sino su atractivo en castellano de entre las alternativas disponibles que he llegado a conocer).






Una lista como la sugerida es completamente arbitraria, y se basa exclusivamente en el gusto del seleccionador, y su reducida experiencia. (Aún así, se han quedado fuera muchos que recomendaría leer). Y, sean amables con el charlista: envíen sugerencias: textos, y autores: se estará agradecido.

Por ejemplo: se quedaban fuera, “Epigramas” y “Hora Cero” de Ernesto Cardenal, y, aquí una antología: José Emilio Pacheco: “La fábula del tiempo”. Y Alejandra Pizarnik! Y Emily Dickinson!. Y Charles Bukowski! Y un español que se me olvida el nombre y cuando lo recuerde, lo comunico: Me acordé: Leopoldo María Panero.

Agreguen: “Canción de amor y muerte del portaestandarte Cristóbal Rilke”.

Si leen, vuestros hijos se entusiasmarán. Pero hay una edad para cada tipo de poesía. Ciertas poesías son para los bebes; otras, para los niños; y otras, para los adolescentes. De ahí en adelante: todo al saco. (Y, por favor, consideren los nombres como políticamente correctos, es decir, incorporando a todos los géneros).

Y como lo poético, es la base de la literatura en general: La mínima minimorum sugerencia: Los cuentos de Borges; “Pedro Páramo” de Juan Rulfo; “Los cien años de soledad”; “Bodas de Sangre” y “Yerma” de Federico García Lorca; Y lean a Augusto Monterroso; Y al menos “Por el camino de Swann” de “En busca de el tiempo perdido” de Marcel Proust. Y a las chilenas María Luisa Bombal, y Diamela Eltit.

Un buen ejercicio puede ser: escuchar canciones “pop” y ver qué hay de poético en ellas. Y distinguir cuándo, en lo poético, son un desastre, y se salvan sólo por la música. (O fracasan en todo).





Recuerden, el gusto es algo que se educa. Si así no fuera, aún estaríamos comiendo carne cruda a mordiscos. Aprovechemos las posibilidades que nos entrega el propio desarrollo de la sociedad humana. Si hasta contamos, ahora, con el Biblio Metro, y la Internet. ¡Úsenlos! (Recomiendo que se asocien a: “El puerto de las letras” en Facebook.)

Una sugerencia: un libro de poemas, con un poema flaco, hace flaquear a todo el libro. Y un poema con un verso malo: sucumbe al poema completo.





Y, apoyándonos en las palabras de Proust, sobre el escritor y la escritura: un poeta debe tratar a su poema del siguiente modo:

Soportarlo como una fatiga                    la sintaxis

aceptarlo como una regla                       ideas bajo forma de imágenes concretas

construirlo como una iglesia                   las sonoridades

seguirlo como un régimen                      el ritmo

vencerlo como un obstáculo                   la espacialización

conquistarlo como una amistad              el todo integrado y armonizador

Y el lector debe hacer lo mismo.
(A la izquierda, son las palabras de Proust sobre la escritura).








 Las personas creen que como poesía está en palabras, y todos sabemos el idioma propio, entonces es muy fácil leer o escribir poesía. Pero en realidad es como un caballo chúcaro: si no aprendemos a cabalgar, iremos rápidamente al suelo. Ah, pero después… hasta saltaremos vallas.





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